El rey by J. R. Ward

El rey by J. R. Ward

autor:J. R. Ward [Ward, J. R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Fantástico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-04-01T04:00:00+00:00


32

Beth encontró el kit con los medicamentos en la encimera del baño. Después de ver el estado en que habían quedado la mesa de billar y todo lo demás, había subido para darse una ducha. Y fue allí donde descubrió la bolsita de cuero, puesta entre su lavabo y el de Wrath.

Al principio pensó que se trataba de un estuche para alguno de los pares de gafas de sol de Wrath, pero le llamó la atención que fuera blando.

Y justo cuando estiró la mano para tomar la bolsita y ver de qué se trataba, sintió la primera oleada.

Una oleada de aire caliente y húmedo que recorrió todo su cuerpo, desde la nuca hasta las piernas; desde la cara y la garganta, pasando por el vientre y hasta los pies.

Como si ya hubiese abierto la llave del agua caliente.

Sin prestarle mucha atención a aquella sensación, Beth abrió la bolsa, pero no encontró ningún par de gafas de sol. En su lugar encontró un frasco de cristal que contenía un líquido transparente y tres jeringuillas, todo ceñido por un resorte, como si estuvieran en un coche y llevaran puesto el cinturón de seguridad. La etiqueta del frasco estaba girada y Beth tuvo que darle la vuelta para ver lo que decía.

Morfina.

Nunca había visto nada parecido entre las cosas de Wrath y no era difícil imaginarse que quizás su compañero había decidido hacerle una visita a la doctora Jane —o tal vez incluso a Havers— para estar listo en caso de que ella entrara en su…

Al sentir otra oleada de calor, Beth levantó la vista hacia el ventilador que tenía sobre la cabeza. Tal vez Fritz tendría que hacer revisar el sistema de calefacción de la casa…

Cuando sus rodillas se doblaron sin previo aviso, Beth apenas tuvo tiempo de agarrarse a la encimera, mientras el kit rodaba hacia el lavabo de Wrath y sus dos perfumes de Chanel salían volando. Entonces trató de incorporarse, gruñendo como un animal herido, pero su cuerpo no quería atender a razones.

Estaba actuando por voluntad propia.

Un segundo después, un tremendo poder volcánico pareció estallar en su interior, privándola de la fuerza para mantenerse en pie. Cuando se dejó caer, Beth se puso en posición fetal, abrazando las rodillas contra el pecho, y era tal el calor que sentía que apenas sintió la frescura del suelo de mármol bajo el fuego de su piel. Fuego que se fue convirtiendo en un abrumador deseo sexual que requería una sola cosa en el mundo.

A su compañero.

Beth se acostó entonces de espaldas y luego se giró hasta quedar sobre el vientre. Con las manos apoyadas en el suelo, empezó a frotar las piernas una contra otra tratando de encontrar alivio, o al menos una manera de disminuir el dolor que parecía apoderarse lentamente de todo su cuerpo.

¿Cuántas horas duraría esto? Beth trató de recordar lo que había dicho Layla.

¿Veinticuatro? No, más…

Cuando sintió otra oleada y el sudor comenzó a brotar a chorros de sus poros, mientras los colmillos descendían del maxilar superior, Beth lanzó un grito.



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